Sueños raricos vol.3


Era de noche, en un barrio peligroso de Barcelona. Aunque "peligroso" es un adjetivo onírico en este caso, porque la parada de Tetuán no tiene, a nivel consciente, nada de amenazante. Un conocido sociólogo e investigador de mercados me dejó sola en aquella parada, donde debería cambiar de línea de metro por el exterior (putas obras del metro...). Él no podía quedarse, tenía una conferencia que dar en una zona mejor de la ciudad. Era mi camino el que no podía hacerse de otra manera. Quisiera o no, tenía que pasar por aquella zona llena de malditos canis de esos que a veces sufren brotes de "piromanía de contenedores", "verborrea sexual desatada" o "trastorno compulsivo de destrozo de mobiliario urbano".

No recuerdo cómo coño se acercaron a mí, sólo recuerdo que ya lo estaba esperando, era inminente. Sin embargo, pronto se alejaron, riéndose. Me miraron, pensando en lo divertido que iba a ser el resultado de la bromita que me estaban gastando. Entonces pude ver que uno de ellos agarraba una cuerda elástica, cuyo extremo acababa en mi bolso -
"¿qué es esto?"- Tiró de la cuerda. Yo cogí la cuerda fuertemente y empecé a sacar el extremo invisible de mi bolso -"qué querían de mí, robarme?"- La maldita cuerda nunca se acababa. Y ellos tiraban. Yo atraía la cuerda hacía mí, esos capullos no iban a robarme nada, no lo iba a permitir... la cuerda se tensaba. Tal vez debí haberme convertido en el increíble Hulk, porque aún me pregunto de dónde sacaba esas fuerzas para tirar y tirar... Pero no era suficiente, estaba quedando claro quiénes eran los más fuertes en este enfrentamiento. De repente, todo vino claro a mi mente. De repente pensé "Basta".

Solté la cuerda olvidándome de lo que perdería, la solté sin pensar en los gestos de satisfacción que vería en sus rostros... Y lo que pasó fue lo que mi bloqueo mental me había impedido pensar antes: la fuerza con la que me succionaban se volvió contra ellos. Como una bofetada, como el sonido de un látigo castigador, la cuerda golpeó contra la cara del Gran Imbécil Molestador. Me dió tiempo a ver cómo tapaba su ojo herido mientras caía de culo sobre los adoquines de la acera. Corrí lejos de allí, con una gran sensación de alivio. Barcelona ya no era tan peligrosa.


Varias fases REM después, desperté.

1 comentarios:

Alex Blanco | 15 de mayo de 2009, 11:12

Yo si no salgo en tus sueños, no comento.